ALGUNAS COSAS QUE NOS PREOCUPAN A LOS DOCENTES (II) – Paco Olvera

Publicado originalmente en «en clase ideal.es»

A lo largo de mis dieciséis años de maestro y veintiocho como inspector de educación, he reflexionado mucho sobre aquellas cuestiones que, creo, más nos preocupan a los docentes. Muchas aparecen de un modo u otro, en nuestras reuniones de trabajo, en las charlas de los recreos o en los debates sociales. No profundizaré en cada una de ellas, ya que de hacerlo, superaría con creces la pretensión y extensión de este texto.

En la primera entrega aparecieron temas como el currículo, los libros de texto, la organización en las clases y la cultura del esfuerzo.

Los deberes

Los deberes siempre me han parecido, inútiles, mecánicos, obligatorios, aburridos, que atentan contra el tiempo libre de los niños y niñas y el de sus familias, y lo que es mucho más grave, son profundamente insolidarios. Los deberes agrandan las diferencias entre niños y niñas de distinta condición sociocultural, ya que no todos los padres y madres pueden ayudar a sus hijos e hijas en las tareas escolares, ya sea por falta de tiempo, motivación, formación o posibilidades económicas.
Los deberes solo vienen a aliviar la mala conciencia de una parte del profesorado que, se ven incapaces de enseñar lo que creen que tienen que enseñar, durante el horario escolar. Esto se debe en gran medida a que usan metodologías obsoletas y poco motivadoras.


Los deberes son bastante inútiles e insolidarios

Otro motivo es que quieren dar satisfacción, a aquellas familias super competitivas que, desean a cualquier precio que sus hijos e hijas, sean los primeros en todo. Hace tiempo que utilizo la palabra “haberes”. Los haberes a diferencia de los deberes, son voluntarios, no son rutinarios, ni mecánicos, suelen ser deseados, divertidos o al menos los niños y las niñas los viven como tareas necesarias para la culminación de un trabajo, ya que con frecuencia hay cosas que, no se pueden hacer en clase, como recogida de muestras, tomar medidas, observaciones…

Los haberes respetan el ritmo de cada niño y niña, sus motivaciones e intereses. Los haberes son consecuencia de otra manera de educar. Un modelo de escuela que se basa en la creatividad, la investigación, la participación y el fomento de valores. Esta escuela útil para la vida y, que cuida los afectos y las emociones para alcanzar la felicidad, trabaja al ritmo de cada niño y cada niña.
Estoy en contra de los deberes y a favor de los haberes.

El trabajo en equipo

Se decía y se sigue diciendo que, cada maestrillo tiene su librillo. Es esta una frase que representa muy bien a la pedagogía tradicional. Cada docente dentro de su aula puede enseñar como quiera, alejado de las miradas del resto de la comunidad educativa. Es esta una concepción individualista y casi privada de la tarea de educar que, nada tiene que ver, con el derecho a la libertad de cátedra.
La historia nos ha mostrado a lo largo del tiempo, unos enseñantes aislados tanto física como intelectualmente. La formación inicial recibida, escasa y rígida, no ha ayudado precisamente a que se animen a indagar en nuevas teorías y prácticas. Por este motivo vemos que, aunque las leyes lo posibilitan, no se avanza todo lo necesario. Sigue costando mucho, superar esa cultura individualista y, generalizar un verdadero intercambio de experiencias, en los órganos de deliberación pedagógica.
Si los docentes trabajan en equipo, también lo hará el alumnado
Creo que esta carencia tiene mucho que ver con el paradigma educativo mayoritario que, a lo largo de estas reflexiones, intento cuestionar. Un currículo
decidido y concretado por los libros de texto que, se basa en las explicaciones de los
docentes y, en la realización de las actividades propuestas en los manuales, no tiene necesidad de contrastar o intentar innovar casi nada, ya que le basta y sobra con explicar los contenidos. Si como defiendo, somos los docentes quienes seleccionamos y priorizamos los contenidos del currículo, se hace muy necesario el contraste e intercambio sobre el qué y cómo desarrollar los conocimientos.

 Si los docentes trabajan en equipo, también lo hará el alumnado

Una consecuencia y, no menor, de esta falta de cultura colaborativa del profesorado, es que al desarrollar la práctica docente, les cuesta proponer y favorecer el trabajo cooperativo del alumnado. Siempre volvemos al mismo sitio. Usando el libro de texto, ni los docentes, ni el alumnado, necesitan del trabajo colaborativo. Si por el contrario queremos mejorar la utilidad de los aprendizajes escolares y superar la desmotivación de nuestro alumnado, trabajar en equipo se convierte en una imperiosa necesidad.

La atención a la diversidad

Decíamos que, es en las aulas, donde se produce el nivel de adaptación curricular más singular y concreto, para dar respuestas a la diversidad educativa del alumnado.
La atención a la diversidad ha ido evolucionando desde, ser excluida del sistema escolar, después segregando al alumnado en centros especiales, más tarde integrándolo en los centros ordinarios con diferentes modalidades y, en el momento actual, intentando su máxima inclusión en los centros y en la sociedad.
Pudiera parecer que, este es un debate ya está superado, tanto para los docentes, como para las familias. Sin embargo no es así. Es cierto que las leyes han avanzado por senderos inclusivos en todos los órdenes de la vida, pero otra cosa es la interiorización del concepto en la vida cotidiana.
Hay docentes y familias que consideran que, si el grado de afectación o discapacidad es muy grave, es mejor que el alumnado esté escolarizado en centros específicos, donde estará mejor atendidos. Esta posición no es nueva, como hemos visto anteriormente, se llama segregación. No hace tanto tiempo, a las personas con síndrome de Down por ejemplo, no se les consideraba idóneas, para estar escolarizadas en los centros ordinarios. La integración supuso un paso muy importante, ya que la práctica totalidad del alumnado con diferentes capacidades, se puede y se debe escolarizar de manera ordinaria.
La inclusión supone ir más lejos, se trata de no poner el acento en la diferencia
funcional, sino en la capacidad de cada persona de superar barreras, para relacionarse con los demás y, tener todas las oportunidades para acceder a la cultura escolar.
El debate no está cerrado, como se ha podido comprobar, con las polémicas y críticas suscitadas con la última ley de educación, la LOMLOE. Para que la inclusión sea aceptada por su valor social y educativo de manera generalizada, el estado debe cumplir la premisa de invertir en la cantidad y calidad de todos los recursos humanos y materiales que la hagan posible. Es un objetivo lo suficientemente hermoso, como para ser conseguido

La burocracia

Alguien dijo que la burocracia es el arte de convertir lo fácil en difícil por medio de lo inútil. Trasladado este pensamiento a la educación, sería constatar, como muchos procedimientos administrativos, se convierten en ladrones de un tiempo precioso, sin aportar nada útil a la tarea de educar.
No estoy defendiendo que, no haya registros de asistencia o, de seguimiento de tareas. Nuestro trabajo exige un control de ciertos datos que, deben tener una finalidad pedagógica. Es importante anotar el absentismo del alumnado, para conocer las causas e intervenir en su caso. Del mismo modo que, es necesario recoger cuantas anotaciones nos parezcan relevantes, para llevar un seguimiento y análisis de la evolución escolar de cada alumno y alumna.
El diario docente, es una magnífica herramienta para la reflexión, pero su uso está muy poco generalizado. Cuando hablo de diario, no me refiero a los registros de asistencia o de las calificaciones, me refiero a un instrumento pedagógico que sirva para la reflexión de los procesos y la evaluación cualitativa .
En los últimos tiempos, la burocracia escolar, ha ido aumentando con cada ley educativa. Los continuos cambios en la organización escolar, conceptos, terminologías, documentos planificadores, … han convertido lo fácil en difícil, de la manera más inútil. Un buen ejemplo son los criterios de evaluación, afortunadamente derogados con la LOMCE, con los que había que realizar una proeza matemática, con los estándares e indicadores de aprendizaje, para culminar en una evaluación muy poco cualitativa y, sí, muy burocrática.
Está claro que las responsables de esa burocracia, son las Administraciones educativas, pero como digo siempre que puedo en mis reflexiones, los docentes no podemos ser solo albañiles que ponemos ladrillos, sino que tenemos que ser proactivos en la defensa y uso de nuestra autonomía pedagógica. Siempre hay un
margen para priorizar lo importante y para reducir al mínimo el papeleo no esencial. Los centros con los que he trabajado, en mis zonas de inspección, saben de lo que estoy hablando y, que es posible.

La participación de las familias

Otro tema que provoca mucho debate entre los docentes es, la participación de las familias en la vida de los centros. He dicho conscientemente que, este debate se genera entre los docentes, porque en este caso, en las familias no existe tal debate. Su deseo mayoritario es el de participar.
Es cierto que existen órganos de participación colectiva, a través de los Consejos Escolares o, incluso con los y las delegadas de curso, pero mi experiencia me dice que, esos órganos tienen muy pocas competencias y además son muy burocráticos. De hecho, la participación de las familias en los mismos, es cada vez menor.
Aquellos docentes que consideran que la escuela debe instruir y las familias educar, no encuentran muchos motivos, más allá de cierta información reglada, para la participación de las familias. Consideran que su intromisión en los asuntos escolares, les resta confianza y autoridad a su quehacer. Recordemos de nuevo aquí, que hay quienes consideran que, el acto de instruir que, no educar, no tiene por qué ser ni público, ni colaborativo.
Soy de la opinión que, la participación de las familias en la educación de sus hijos e hijas es, de una importancia capital. Su implicación en una tarea que, necesariamente debe ser compartida, enriquecerá no solo el clima de confianza mutua tan necesario, sino incluso participando en el desarrollo de un currículo abierto.
Que nadie se confunda. No estoy planteando una participación intrusiva de las familias en las competencias de los docentes, lo que planteo es una participación colaborativa en un fin que es común. Los docentes no debemos tener miedo a las opiniones de las familias, no tenemos nada que temer, ni ocultar. Si favorecemos desde el primer momento la información y, posibilitamos la participación, las familias verán la acción de educar como una tarea compartida y, por tanto, se sentirán corresponsables con la misma.

La convivencia

La convivencia escolar, está estrechamente relacionada, con la convivencia en la sociedad. Si aspiramos a una sociedad democrática de ciudadanos y ciudadanas libres, en los que la participación y la responsabilidad sean la norma, será fácil entender el cómo ha de ser la convivencia en la escuela.
La escuela tradicional tenía un perfil autoritario, donde el papel del docente era el eje sobre el que pivotaba la disciplina escolar. Era un reflejo de sociedades jerarquizadas y donde la escuela reproducía aquella visión moral. Las sociedades actuales de nuestro entorno, son en teoría democracias liberales, donde la ciudadanía puede expresar sus opiniones y se rigen por un sistema compartido de poderes públicos. Para que esos valores, no puedan ser puestos en peligro por ideas autoritarias, hemos de hacer que el ejercicio de la democracia en la escuela, sea una práctica cotidiana. Solo se aprende a ser demócrata, aprendiéndolo y ejerciéndolo desde pequeños.


La participación es la esencia de la democracia

Nadie puede quitarle al docente, la responsabilidad de educar que, la sociedad le ha delegado. Pero esa tarea puede y debe llevarla a cabo, de una manera participativa con la comunidad educativa. Con ese modo de actuar no se pierde ninguna autoridad, muy al contrario, se ganará.
La democracia la desarrollaremos en las aulas creando espacios y momentos para la expresión libre del alumnado, haciendo que las normas de convivencia sean elaboradas por toda la clase, teniendo en cuenta los intereses y motivaciones de los niños y niñas en el desarrollo del currículo y, respetando la diversidad, como una pieza clave del respeto a los demás. Esa participación debe ser real y no un puro formulismo.

Paco Olvera, licenciado en Historia, ha sido maestro  e Inspector de Educación. Escribe artículos, realiza vídeos y es autor de libros sobre temas de Educación, entre los que destacaría “La investigación del medio en la escuela

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