«Pensemos en todos los que van a las escuelas públicas.
¿Qué ocurriria si, como parte regular de la educación,
los niños tuvieran experiencias que les ayudasen
a sentirse bien consigo mismos, a tomar conciencia de sí mismos
y de los demás y a desarrollar habilidades de comunicación
y de resolución de problemas que les ayudaran a afrontar la vida en general?»
Chase, 1993, p. 19
Nos queremos detener en el nombre que da título al libro: Antiprograma de Educación Emocional. Sentir en primera persona, a modo de una película donde en su planteamiento inicial deja definida su estructura, su ser y su esencia. En el enunciado expresamos lo más relevante de esta publicación. No es este escrito un programa secuenciado de actividades para llevar al aula. Más bien diríamos lo contrario: preconizamos que las intervenciones sean específicas y singularizadas, ya que la Educación Emocional, si no es vivencial y parte de la propia realidad de los participantes, se intelectualiza y no provoca cambios ni mejoras. Dado que el concepto «antiprograma» no está registrado en el diccionario, nos permitimos su lexicalización desde una realidad en la que la lengua no nos ofrece una palabra o grupos de palabras que definan formas y modos concretos de intervenir. Desde esta necesidad, trataremos de definir las líneas que componen este texto. No es una palabra que esté expresada en negativo, sino a favor de un modelo de Educación Emocional centrado fundamentalmente en partir de las vivencias y la propia realidad de nuestro alumnado, dando espacio y tiempo a lo inesperado y emergente.
El proyecto que aquí presentamos lleva desarrollándose durante más de siete cursos académicos. El proceso de evaluación y de reflexión que hemos realizado sobre nuestra propia práctica nos ha llevado a consolidar un modelo de intervención en tres niveles:
— Una estructura organizativa a nivel de centro y de aula.
— Unos contenidos de eminente carácter integrador.
— Una metodología de intervención que tiene en lo vivencial, emergente e inesperado uno de sus pilares.
Después de varios años de formación personal y profesional, trabajo y sobre todo experimentación, hemos llegado a una serie de conclusiones que fueron publicadas en Cuadernos de Pedagogía («Educación Emocional: diez razones para una propuesta», núm. 452, pp. 86-91). Ahora nos ofrecen la oportunidad de ampliar, poner en conocimiento y compartir con los lectores nuestro trabajo, que esperamos sea de utilidad y aporte otra manera de ver la educación, donde el alumnado y las emociones ocupen el lugar que realmente les pertenece.
Con las emociones nos sucede algo parecido a la respiración: están ahí, forman parte del ser humano pero no le damos importancia ni le prestamos atención, porque es algo que hacemos sin más, en el caso de la respiración, y algo que tenemos y sentimos, en el caso de las emociones. Sin embargo, detrás de ellas podemos encontrar respuesta a como somos, cómo decidimos, cómo reaccionamos, cómo actuamos, cómo vivimos, cómo pensamos, cómo interactuamos con otras personas y cómo nos movemos en el mundo.
La escuela no es únicamente una institución académica y escolar, sino también educativa. Educamos en valores, en emociones, en principios, en ideología, en… No hay que olvidar que trabajamos con personas, a las que debemos ofrecer herramientas que les faciliten su desarrollo personal y social. ¿Dónde nos enseñan a ser personas y a convivir?, ¿se supone que con saber Matemáticas, Lengua y Literatura, Conocimiento del Medio, Historia… ya somos completas?, ¿por qué en nuestros horarios no hay tiempo para las emociones?, ¿por qué se trabaja más lo cognitivo y poco o nada lo corporal, lo social, lo emocional… si somos un todo?
Nuestro sistema educativo es anacrónico, ya lo decía Ken Robinson en una entrevista realizada por Eduardo Punset para el programa Redes (El sistema educativo es anacrónico, 2011): no refleja la sociedad en la que vivimos y solo introduce los aspectos que le convienen; por ejemplo, las nuevas tecnologías.
Si reflexionamos sobre nuestra función como docentes en la formación de personas para la sociedad en la que viven, una sociedad caracterizada por los constantes cambios que hacen que se produzca la evolución, ¿cómo preparamos para algo que no sabemos? Porque no tenemos conocimientos de lo que podrá suceder dentro de cinco años. Así pues, no se trata de preparar para una sociedad que no conocemos, sino de educar para enfrentarnos a esos cambios y saber cómo responder a ellos de una manera sana, introduciendo, trabajando y, sobre todo, desarrollando aspectos como adaptabilidad, innovación, confiabilidad e integridad, enunciados por Goleman dentro de la competencia personal de la autorregulación y otros relacionados con el los: la incertidumbre, lo inesperado, la autoconfianza, la flexibilidad, la creatividad, la espontaneidad, la iniciativa, la perseverancia y la persuasión. Y también buscando la construcción de personas que pudieran entenderse y conocerse a sí mismas y a las que les rodean, personas que tengan herramientas para su desarrollo dentro de la sociedad, en las interacciones con el entorno y con las personas que se encuentran en él, ya que al ser seres sociales estamos en un continuo tira y afloja entre nuestra individualización y autonomía, es decir, nuestro mundo interno, y nuestra integración en los grupos con los que interactuamos y a los que pertenecemos, nuestro mundo externo. Polaridades que aparecen en nuestro desarrollo, como afirman Marcelo Antoni y Jorge Zentner (2014): vinculación-diferenciación, pertenencia-individualización, contacto-retirada, norma social-impulsos y conservación-renovación, y que nos ayudan a comprender nuestro interior y su construcción, haciendo referencia a la simbiosis entre el individuo (yo) y el entorno (nosotros), es decir, cómo sentimos la necesidad de formar parte de un sistema sintiéndonos únicos.
Debemos mirar a nuestro alumnado, no como contenedores vacíos a rellenar de conocimiento, como una tabula rasa, sino como personas que al igual que nosotros tienen preocupaciones, días malos y días buenos, estrés, momentos difíciles…; que sienten, experimentan, viven y que necesitan bienestar para poder aprender, crecer y desarrollarse, así como unas habilidades de vida para enfrentarse a las diferentes situaciones que experimentarán en su cotidianidad, en el aspecto no solo cognitivo sino también integral. Habría que tomar otros caminos porque las demandas son diferentes.
«Algunos autores han sugerido que la adquisición de destrezas emocionales debe ser un prerrequisito que los estudiantes deben dominar antes de poder acceder al material académico tradicional que se les presenta en clase. Y es que la competencia emocional es una cualidad muy valorada en la sociedad actual, que permite conducir la vida de manera eficaz» (Jiménez Morales, 2009, p. 59).
Todo esto supone un cambio significativo en el rol que actualmente nos tienen adjudicado al profesorado. Habría que introducir cambios significativos en la formación inicial y continua del profesorado, en los horarios, en las estructuras organizativas y en los contenidos curriculares.
La participación de las familias, aunque siempre ha sido fundamental, ahora adquiere mayor relevancia. Desde estos parámetros, la familia, junto al alumnado y profesorado, debe participar de estos procesos, ser parte clave de los mismos.
Por otro lado, es importante no confundir y dar a la Educación Emocional un papel que no le corresponde o que, mejor dicho, la desmerece. Pensamos que esta disciplina no es «para» mejorar el rendimiento académico y disminuir las conductas disruptivas en los centros, sino que tienen sentido y razón de «ser» en sí misma, desde un eje integrador, pues en este constructo convergen diversas áreas del conocimiento: salud, sociales y humanidades, etc., como veremos en el capítulo de fundamentación teórica. En él explicaremos qué aspectos tomamos de cada una de ellas, constituyendo los pilares sobre los que hemos construido nuestra intervención.
Con este libro lo que pretendemos es ofreceros recursos, estrategias, actividades y, sobre todo, una forma de sentir, de vivir y de estar en el mundo con conciencia. Una forma de entender la Educación Emocional desde un modelo que se aleja de los programas secuenciados de actividades y con «una estructura lógica» de contenidos. Se trata de poner el énfasis en lo que el alumnado trae en el presente cotidiano, sin menoscabo de una estructura de contenidos y de un modelo de intervención, como más adelante concretamos.
Podríamos decir que el ser humano tiene una asignatura pendiente que le va a acompañar a lo largo de su vida. Esta asignatura es el conocerse y comprenderse, aceptando y valorando lo que es, teniendo en cuenta todo su potencial y todas sus carencias.
Cada situación, cada momento, cada experiencia nos hace descubrir en nosotros mismos nuevos aspectos que algunas veces hasta nos sorprenden. El conocernos es una actividad intrínseca a lo que somos. ¿Qué y quién nos enseña a ser?, ¿quién nos posibilita o induce a la reflexión de lo que somos? Lo hacen todos los que nos rodean: familia, profesorado, amistades, medios de comunicación, etc. Y, al mismo tiempo, no lo hace nadie. Sería interesante pensar sobre ello, porque este aspecto es necesario para el desarrollo de la persona, como ser individual y como miembro de la humanidad.
Con este libro ponemos nuestro pequeño y humilde granito de arena en la consecución de un mundo mejor. En €l encontraremos los fundamentos sobre los que sustentamos nuestras prácticas, una guía para la utilización del libro donde os explicamos el porqué una propuesta de actividades y no un programa estructurado, los objetivos y contenidos a trabajar, cómo es la estructura de una sesión de trabajo, los requisitos previos para desarrollar un programa de Educación Emocional, el rol de coordinador del grupo, una propuesta de actividades, el modelo de autoevaluación que llevamos a cabo y, para cerrar, expondremos una serie de conclusiones.
En cuanto a la propuesta de actividades que ofrecemos, hay que destacar que han sido puestas en práctica con diferentes grupos de alumnado perteneciente a los distintos niveles educativos y que, en algunas de ellas, encontraremos vídeos que facilitarán la comprensión de las mismas. Todas presentan la misma estructura, para facilitar su comprensión y su utilidad.
No podemos terminar esta presentación sin decir que en este proyecto hay mucho de nosotros y de las personas que nos han acompañado en este maravilloso camino del crecimiento y la experimentación que es la vida. Por ello, queremos dedicar unas palabras de agradecimiento a nuestras familias, a nuestras parejas, a nuestros amigos, a nuestro alumnado y compañeros y, en especial a un grupo humano con el que llevamos trabajando unos años, que nos enriquecen, nos aportan, nos ayudan y nos regalan momentos y experiencias inolvidables. Este libro es fruto de estos encuentros, y mucho de lo que aquí presentamos se ha construido con ellos y junto a ellos.