EDUCAR DESDE LAS ARTES Y LAS CIENCIAS (Paco Lara, MCEP-Madrid)

En el momento de renovación política que estamos viviendo no es de menor importancia hacer una consideración sobre lo que nuestro sistema educativo aporta a la educación de nuestros jóvenes.

Francisco Lara. Lic. en Filosofía pura,  Maestro del CEIP Palomeras Bajas MCEP-Madrid

No he leído, en los programas electorales que he podido estudiar, ninguna propuesta que aborde el problema de nuestro sistema educativo de un modo completo y con perspectiva de futuro. A lo más pequeñas reformas que no sirven al objetivo de un nuevo paradigma educativo.

Quizás sea mejor que empecemos por definir o acordar qué queremos decir cuando hablamos de educación. Con frecuencia no somos conscientes de la falta de acuerdo sobre los términos que utilizamos. Es necesario, pues, que definamos con seriedad qué es lo queremos decir cuando hablamos de educación, cuando hablamos de cultura y, por tanto, cuando exponemos un programa de trabajo. No es fácil hacer esto pero es necesario que seamos conscientes de su necesidad

¿Qué es educar? Paso a paso se nos ha ido imponiendo la idea de que educar es formar a los niños y niñas para que estén preparados y, cuando llegue la edad, puedan obtener el puesto de trabajo que les proporcione cierta estabilidad y bienestar en la vida. Este criterio que no siempre ha sido central es el que en los últimos años, bajo la égida de una ideología determinada, se ha ido imponiendo como el más práctico y el que más favorece a nuestros adolescentes. En la primera redacción de la LOMCE se exponía con claridad. Después ante las críticas que manifestaban que ese no podría ser el fin de la educación se cambió por la actual redacción. Pero eso no deja de manifestar que la postura del legislador era la que decimos. Nosotros creemos que la educación es algo más que esta visión del proceso. Visión muy práctica y muy fácil de transmitir, pero que hace un profundo daño en la formación de nuestros adolescentes. Es cierto que la formación es necesaria para obtener un puesto de trabajo, que se hace necesario un nivel importante de conocimientos, pero no es menos cierto que lo que debemos conseguir es que nuestros jóvenes, ya desde niños y niñas han de ser capaces de interpretar el mundo, de trabajar en común, de favorecer el intercambio de conocimientos, de acostumbrarse a mirar el fondo de los procesos, de aprender a ver lo que se esconde detrás, de las palabras que se pregonan desde tribunas oficiales o paraoficiales. Esto no se hace, habitualmente, en el Sistema Educativo de que nos hemos dotado.

Se ha impuesto un sistema de evaluación por notas que llegan del uno al diez, en ocasiones del 0 al 100, y que pretenden decirnos la adquisición de conocimientos que han realizado nuestros hijos e hijas. Como tiene la apariencia de un sistema objetivo nos hemos adaptado. Y a la ideología dominante le parece muy bien porque se acomoda a sus planteamientos económicos y de beneficio a corto plazo.

Por eso es importante y oportuno ofrecer una reflexión sobre lo que realmente es la educación. No pretendo que todos estemos de acuerdo. Mi interés es que abramos un debate sobre aquello que nos parece inamovible y que sin embargo siempre ha sido así. La educación es un debate permanente en nuestra sociedad, lo importante es que no demos por sentados principios que no son inamovibles y que no nos han llevado a mejorar la condición humana sino a procurar el beneficio de unos pocos sobre los demás, sobre la mayoría.

El modelo que “gozamos” es un descubrimiento de quien quiere dominar a las niñas y los niños. Y nos ofrece un esquema que parece objetivo pero que está muy bien lastrado desde el principio. El planteamiento crítico brilla por su ausencia. El maestro, la maestra no es quien responde a los interrogantes de sus alumnos, sino quien hace las preguntas. ¿No nos estaremos equivocando? Porque esta figura de interrogador no es lo que se espera de una maestra, de un maestro. Sí de un examinador, de un clasificador, pero la educación no puede tener como objetivo clasificar o escoger, sino dar vía libre al pensamiento y a la crítica de nuestros jóvenes. Una niña que se pregunta por la autoridad de un director, no es una antisistema sino una persona que pide una explicación de cómo se está educando para que sigan muriendo tantas mujeres por el abuso de los hombres y no pase nada.

(Quisiera añadir aquí para dar un respiro, que lo de “niños y niñas” aunque pueda ir contra el sentir de la RAE, es necesario para la educación en la igualdad de la mujer y del hombre que tan de lado solemos dejar.)

Es importante, cómo voy a decir lo contrario, que nuestros adolescentes sepan matemáticas, estructura lingüística, inglés,… Nadie lo duda aunque lo del inglés habría que ampliarlo a otros idiomas: francés, portugués, árabe, chino… sin que nos causara ningún sonrojo. Y lo de la estructura lingüística habrá que combinarlo con el arte de escribir y leer con análisis crítico.

Pero cuando reflexionamos descubrimos que este sistema no favorece aspectos que en la vida son definitivos. Se forma a un individuo para que compita, no para que trabaje e investigue con el que tiene al lado y juntos puedan beneficiar a todos los demás. El trabajo en grupo no se promociona. La clase es un conjunto de mesas aisladas y la comunicación entre iguales solamente debe darse en el recreo. Es curioso que el trabajo, en la investigación, en el desarrollo de la vida, todos hayamos aprendido de los que tenemos alrededor y sin embargo en la escuela esto se prohíba. Las notas son individuales, los trabajos son individuales, no se construyen proyectos, no se da espacio al error. ¿Es posible avanzar sin errores?

Estimamos que es un buen alumno quien consigue dieces, pero quizás es más importante concienciarles de que nadie puede llevar esa vida de diez. Es imposible no equivocarse, no fallar. ¿Por qué no educamos para convivir con los fracasos, para aprovecharnos de ellos?

Mostramos una escuela tan cerrada a otras facetas de la vida que dejamos la educación encerrada en un vallado que se construye a base de números y estructura de palabras. No nos importa que observen el cielo y descubra que hay distintos tipos de nubes, que el cielo va cambiando a lo largo de las estaciones y los días, que nos empeñamos, y los examinamos de ello, para que sepan qué son cirros, estratos y cúmulos aunque no tengan casi ni nueve años. ¿No resultaría mejor que salieran al patio y dibujaran esos cielos majestuosos del otoño y se hiciera una colección de esos dibujos o pinturas con la fecha de cada exposición para que aprendiera que el placer de observar las nubes no se traduce en unos nombres rebuscados sino que pueden despertar éxtasis en el alma? ¿No sería mejor contemplar la belleza y la plasmación que hacemos de ella en la pintura? Es bueno saber quién fue Velázquez, pero es mucho mejor emocionarse con los cielos madrileños que él nos descubrió y nos mostró hace cuatrocientos años. Por ello me preocupa que cuando pensamos en educar a nuestros jóvenes no tengamos en cuenta lo importante que es hacer sentir el ritmo de los pies y los brazos, la cadencia de los movimientos y el conjunto de las figuras de una danza. Si habéis tenido la experiencia de disfrutar con un grupo de niños y niñas cuando se estimulan sus sentidos al escuchar la música de la sardana o al oír los acordes de un Kolo yugoslavo, entenderéis por qué la danza es una actividad tan necesaria en la escuela. ¿Cuántos problemas de relación se solventarían si nuestros adolescentes bailaran en las clases, aprendieran a encontrarse en una coreografía diseñada para ellos? Quienes hemos trabajado con estas herramientas sabemos de su utilidad, también de su dificultad. ¿Por qué en las escuelas de formación de profesores a nadie se le ocurre que se pueda enseñar la danza o que sea importante la pintura? No más, posiblemente, que resolver una ecuación de segundo grado, pero pondríamos el esfuerzo en educar aspectos de la vida que son necesarios para el desarrollo de las personas. Pero nos han querido domesticar con esas disciplinas férreas donde no se estimula la imaginación sino la repetición, la memoria. … Si alguna vez hemos observado cómo se prepara un ballet clásico, si hemos visto un plié y el esfuerzo que se exige a los bailarines no podremos decir que estas disciplinas no son exigentes o que no forman a los niños y niñas. Sucede que se nos rompen los moldes de lo que nos han obligado a pensar que es la educación. Pero hemos de preguntarnos por qué pensamos así. La fuerza de la costumbre nos lleva a creer que solo merece la pena lo práctico, el uso de determinados algoritmos y descubrir los leísmos y laísmo, que solo debemos aprender lo que dicen los libros y lo que repiten los maestros en sus clases.

Y se nos ponen delante los libros de nuestros niños y niñas como si eso fuera el paradigma de la buena educación. No es verdad, eso es el esquema con que se quiere manipular la educación. Los libros de texto pueden ser una ayuda para profesores y niños pero están sirviendo para que algunas editoriales incrementen sus resultados en las cuentas bancarias a costa de la educación de nuestros niños y niñas. Cada año hay que pagarles a estas grandes empresas algo que debería estar en el colegio para que generación tras generación de niños y niñas tuvieran a su disposición esos libros ¡tan necesarios! Pero ese no es el interés de la empresa, ese es el interés de los jóvenes. Y ese interés parece que a ningún dirigente le interesa mucho. Podríamos contarles a nuestros jóvenes los árboles que ha habido que cortar para que una clase disponga de siete u ocho libros en cada curso de la enseñanza obligatoria. Quizás aprendiera más pero no enriquecería a esas editoriales que dicen que ayudan tanto a educar a nuestros niños y niñas, a nuestros jóvenes.

¿Es más importante un libro de texto que una guitarra? ¿Por qué? ¿Valoramos la pintura el dibujo, la realización de comics, el baile…? Entiendo que no sea lo habitual pero ¿por qué no enseñamos a descubrir la aportación de una batería en clase, por que no descubrimos la aportación del teatro y la escenificación en nuestras aulas?

Esto supondría reorientar el trabajo de los maestros y maestras, acercarles a la diversidad y riqueza de un grupo de jóvenes. Nos cuesta aceptar que son distintos, que no hay una clase igual a la otra, un niño o una niña repetido de un curso a otro. Gracias a esa riqueza de expresiones, de aptitudes, de capacidad de esfuerzo, se educa y se les entiende. Por supuesto que es más difícil y que la labor del maestro, de la maestra, es ir adaptando lo que cree que hay que enseñar a cada uno de los veinticinco niños y niñas que hay en una clase de primaria. El trabajo del docente es entonces un trabajo creativo, humano, no el de una máquina que responde a impulsos. Y con ese esfuerzo del educador se acerca más a la vitalidad de sus alumnos.

En esta situación saldrían adelante muchos de esos niños y niñas a quien el sistema deja atrás. ¿O es que porque a un niño le falte un brazo no puede escribir una poesía? ¿Y si es disléxico no puede hacer una observación metódica de la estructura de un comic? ¿Por qué han de entrar todos por el mismo aro y desecharlos cuando no pueden hacerlo? Démosles opciones: poesía, danza, teatro, música, matemáticas…

Fijémonos en lo que ha costado que los niños y niñas pudieran estudiar y educarse pese a no poder leer. Si tengo problemas en la vista se me atiende (trabajo de la ONCE entre otros) Si tengo problemas en la discriminación lingüística, la dislexia, disgrafía, etc. se me deja fuera del sistema, se me tacha de que no sirvo. Es un tanto burdo por parte del propio sistema. El distinto no es un inútil, es una persona que, aunque personalmente necesite un apoyo específico para poder madurar, nos ayuda a todos a crecer.

Si pusiéramos al alcance de nuestros jóvenes, de nuestras niñas y nuestros niños, instrumentos formativos variados, algo mejor nos iría a todos porque serían más felices y se orientarían mejor en la vida. “Si no entienden un sistema de ecuaciones solo servirán para ser carne de trabajo barata”, les estamos diciendo a esos repetidores. No se nos ha ocurrido que podemos estar ante un compositor excelente, ante un actor dramático, ante un pintor que nos haga gozar con su interpretación de la realidad. Pero como solo entendemos la educación dentro de unos parámetros estándar nos negamos y no descubrimos las otras mil posibilidades.

Si es educativo generar un semillero en clase y observar cómo crecen los granos de cebada ¿por qué no lo hacemos? ¿Por qué no abrimos las puertas a la batería, a la caja, al ritmo que muchos de ellos llevan en el cuerpo, en los ojos, recorriéndoles las venas?

Entiendo que no es fácil. Entiendo que supone una ruptura, pero mi deber es educar a las niñas y los niños para que el día de mañana no sean unos acomodaticios como nosotros, no estén orientados por las cartas políticas marcadas previamente, desarrollen una actitud crítica, aprendan a leer las noticias descubriendo lo que de verdad y de mentira hay en ellas, y no se dejen embaucar.

La ventaja de las artes plásticas y escénicas es que además de abrir el abanico de posibilidades y recursos es más difícil la manipulación de quienes pretenden dominar el mercado, el consumo y nuestras vidas.

One thought on “EDUCAR DESDE LAS ARTES Y LAS CIENCIAS (Paco Lara, MCEP-Madrid)”
  1. Maravilloso canto a la innovación, las artes, y la inquietud en la escuela. Se trata de compartir no de competir, de colaborar y no de colarse, de hacer cosas en grupo y no de vivir en manada que sigue a un machoman.

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