Cuando conocí a Paco en nuestros Congresos del Mcep, iba recorriendo charcas, montes y mordisqueando melolonthas (escarabajo sanjuanero para el común de las personas) porque tenían “mucha proteína”.Paco siguió danzando entre charcas y charcos.
”Lo rojo sin verde no es transformador, y hay que añadir el morado “, decía aquellos años en que, también, se dedicó a pleno amor a la político.
Hoy Paco nos trae en este libro “Educar es amar” algunos de los caminos recorridos en su quehacer docente, como enseñante y como inspector, pero sobre todo como maestro de vida que sigue intentando llenar de amor las caras y los corazones de quienes aprendemos con él y de quienes él aprende.
El MCEP sigue ampliando sus libros y su amor por las escuelas.
Gracias Paco por llenar este hueco en nuestras estanterías y en nuestras escuelas.
Lupe Pérez
Este libro parte de la idea de que la Educación solo es posible desde el Amor.
Está inspirado en la pedagogía de Celestin y Elise Freinet, exponiéndose sus Técnicas más importantes de una manera breve y sencilla.
Relata la experiencia pedagógica de “La Casa de la Pradera”, surgida de la práctica docente del autor, así como, algunos escritos de sus años de maestro.
También se analizan algunas claves que dan vida a la Escuela por dentro y se reflexiona, a modo de pequeños Ensayos, sobre temas de la actualidad educativa.
En Tiempos de República se exalta el quehacer de los maestros y maestras en aquel periódico histórico.
Algunos textos están vinculados a vídeos, elaborados por el propio autor, mediante códigos QR, que los complementan y enriquecen.
Es un libro que no quiere ser ni equidistante ni neutral, muy al contrario, apuesta claramente por una Educación pública de calidad, donde la pedagogía sea útil para la vida de las personas y para su felicidad.
A modo de presentación (entresacado del prólogo)
Lo he titulado “Educar es amar” porque no concibo la educación, si no es desde el amor. La educación siempre estará del lado del amor y, nunca, del lado del odio. En consecuencia, para ser buenos y buenas docentes tenemos que aspirar a educar desde él.
Concibo la educación como un proceso que es permanente y, por tanto, siempre inacabado, por lo que esa insuficiencia o parte no alcanzada, no significa que no sea posible educar. Para mí la educación no es una meta, sino un camino. Una meta es un lugar concreto donde llegar, donde la distancia o pasos están tasados. El camino es un proceso abierto e inacabado, en el que cada progreso nos enriquece. Ese enriquecimiento de cada persona sería la educación.
Decimos que educamos cuando desarrollamos las facultades intelectuales, morales y afectivas de cada persona, de acuerdo con la cultura y las normas de convivencia de la sociedad a las que pertenecemos. Amamos cuando nos entregamos hacia los demás con actitudes de respeto, comprensión, ternura y compromiso. Ese compromiso se concreta en ayudar, motivar y emocionar a los demás, para que construyan su personalidad, sabiduría, progresen y crezcan. Para que la educación sea una acción más allá de una mera instrucción, necesita del amor.
La educación es un derecho fundamental y, por tanto, debe llegar a todas las personas. Una educación que no contemple este fin, no será una educación basada en el amor, ya que solo se ocuparía de ciertos grupos sociales. La educación además de alcanzar a todas las personas, tiene que ser de calidad e inclusiva.
De la inclusión diremos que, es precisamente la mejor expresión del amor cuando educamos, ya que partimos del principio de que toda persona tiene derecho a la educación y, de su capacidad para educarse, más allá de cualquier tipo de diferencias. La inclusión no pone el énfasis en las limitaciones sino en cómo superar las barreras que impiden que todas las personas puedan relacionarse y aprender la cultura escolar. Cuando consideramos los principios inclusivos como norma, entonces podemos hablar de equidad.
Una pedagogía amorosa y que nazca de la emoción, debería tener siempre presente los principios de la participación, la creatividad, la investigación y el trabajo cooperativo. Tenemos que darles la palabra a los niños y niñas, animarles a que participen de los asuntos que les conciernen, a que aprendan a gestionar la convivencia… En definitiva, ayudarles a construir una formación moral desde el respeto a su personalidad. Solo así la educación puede formar ciudadanos y ciudadanas críticos y libres. La democracia no es un concepto o una palabra, sino una apuesta colectiva enfocada al bien común.
Paco Olvera, licenciado en Historia, ha sido maestro e Inspector de Educación. Escribe artículos, realiza vídeos y es autor de libros sobre temas de Educación, entre los que destacaría