EL TRAJE NUEVO DEL EMPERADOR. EL TRAJE VIEJO DE LA ESCUELA (Lupe Pérez)

Hoy paseaba entre mensajes: los de mis nietas contándome que necesitaban imprimir tantitantas hojas; , los de maestros y maestras volviendo a una escuela sin puertas ni ventanas, ni niños niñas; los de familias que ponían el corazón en las palabras y te contaban, sin aspavientos ni lecciones, en qué se había convertido su día a día desde aquel de Marzo en que cerraron colegios, cerraron trabajos, sorprendió la vida y muchas personas nos dimos cuenta de que la vida se apoyaba en una tela de araña, sin su consistencia ni belleza.

Hoy me venían los cuentos y las historias de mis alumnos y alumnas. ¡Qué miedo esta tercera evaluación…! Hoy muchas administraciones mostraban entre papeles que lo importante era cómo evaluar esos contenidos que , niños y niñas, habrían aprendido si hubieran estado en esas aulas y coles a os que hoy no podían acceder. Nadie contó que esos aprendizajes quedarían en su memoria por 1895 segundos como mucho.

Y un cuento me ha venido a la cabeza, pero sobre todo al corazón.

Es el mismo cuento que, sin saberlo, me rondaba desde mediados de Marzo. Ya sé a quién se parece esta escuela nuestra.

Por algún lado, de alguna manera, nos dimos cuenta de que este mundo ya era otro, como aquel emperador que sintió que sus ropas estaban pasadas de moda.

Por algún lado pensamos ( sin pensar mucho, la verdad) que la escuela necesitaba máquinas, tablets y oropeles, como aquel emperador imaginó que sus ropas necesitaban un encaje, una piconera, un bodoque, una pieza almidonada y otro bodoque.

El emperador, que podrían ser las administraciones, los maestros o maestras, las familias… se miraba al espejo y le encantaba. ¡Qué de renovación y de cambios traían a las escuelas esa tablet nueva, ese blog, ese libro sin hojas de papel, esas asignaturas en ingles…!

Pero un día llegó algo pequeñito, desconocido y distinto, y rompió el espejo, y la escuela no tuvo el reflejo que ella se había ido inventado para vivir más tranquila, mientras lograba avanzar al ritmo que hoy necesitaban nuestros niños y niñas.

Y todo se desmoronó. Afortunadamente, en lugares dispersos y remotos, había hombres y mujeres, sastres de la vida, que seguían aprendiendo a coser retales, lienzos y colores en los cuerpos y corazones de nuestros niños y niñas. Hoy y siempre, pero ojalá que pronto, tienen mucho que decir.

Lancemos a las escuelas, a las familias y a las administraciones esa otra manera de hacer escuela, la que cuida a todos y todas, la que defiende la equidad y la justicia, la que mima, aprende y se adapta, la que no se mira en espejos ficticios, la que camina contigo, con los niños y niñas, con las familias diversas y múltiples, con los maestros y maestras que aman las manos moradas y los corazones multicolores, y con todos los maestros y maestras que no quieren seguir evaluando lo que es ajeno a la vida y a las personas.

Buenas días, buenas tardes, buenas noches. No me preocupa la tercera evaluación del curso 2019/2020. Me preocupa y me ocupa esta escuela pública la nuestra, que cuida, acoge , protege, acompaña, muestra, y enseña a aprender.

Estos días están dejando al descubierto la inconsistencia de un modelo de escuela y de enseñanza. Aprovechemos el aire y la desnudez para cubrir a nuestras niñas y a nuestros niños con ropajes que les sirvan para caminar por un mundo nuevo, solidario, donde hombres y mujeres pongamos la vida de cada ser en el centro.

Besos.

Lupe Pérez, Mcep Madrid