En el congreso de Albacete dentro del Espacio Freinet dedicamos una de las sesiones a contemplar la pedagogía Freinet desde el enfoque de la coeducación y la mirada feminista.
De entrada constatamos que en los libros y publicaciones de esos años se utiliza el masculino genérico y la inmensa mayoría de los textos están publicados por hombres.
Aunque los textos en sí mismos responden al lenguaje imperante es esa época, en cuanto al contenido y al fondo sí podemos percibir algunos enfoques que tienen cabida en la mirada actual: diversidad, respeto a los ritmos e intereses individuales, dar la palabra a las criaturas, participar y autogestionar la vida en común, importancia del respeto mutuo y la cooperación…
Nos llama la atención como la figura de Élise, autora de algunas publicaciones, ha quedado difuminada y parte de su mensaje ha tenido menor incidencia. Entendemos que es hora de recuperar su figura y poner en valor su mensaje sobre la importancia del trabajo corporal, la expresión, la creatividad, la importancia de lo afectivo… de alguna manera supone un cambio de la mirada centrada en lo cognitivo y la abre hacia la globalidad de la persona.
En la actualidad, dentro del MCEP, podemos apreciar que se han ido produciendo cambios y avances considerables debido a la influencia del taller de coeducación y de la lucha feminista.
El primer cambio podemos apreciarlo en el campo del lenguaje, se vuelve mucho más inclusivo, reconoce y expone la diversidad de personas, pone nombre a las diferencias y les da cabida dentro de la realidad.
Lo mismo ocurre con muchos aspectos de la vida cotidiana, desde la organización de las tareas, las responsabilidades, la participación, el poder… de alguna manera supone poner la mirada en aspectos que antes quedaban ocultos bajo el poder del sistema patriarcal imperante que se entendía como un modelo natural.
Además de este cambio de lenguaje, esta mirada va más allá de lo que entendimos durante un tiempo como coeducación. Ese ir más allá nos anima a reflexionar sobre nuestra propia persona, cómo nos formamos, bajo qué modelos e influencias, qué expectativas nos ofrece, para hacernos conscientes y asumir la responsabilidad en nuestro propio desarrollo.
Esto supone, de alguna manera, poner los conflictos, la vida en primer lugar. Superar la dicotomía hombre-mujer y la lucha entre ellos, para enfocarlo como una lucha social a favor de la igualdad, el respeto y el cuidado mutuo, hasta el punto de integrarlos dentro de los Derechos Humanos. Que como tales deben extenderse y aplicarse a todas las personas sin establecer diferencias de sexo, género, raza, nacionalidad…
Este enfoque nos permite abordar la realidad con otros referentes: no se trata de imponer, sino de cooperar, construir, dialogar para llegar a un modelo de relación que entienda que los conflictos responden a la necesidad de encontrar modos de convivencia acordes con la diversidad y que respeten a todas y cada una de las personas que conviven.
El lenguaje sigue siendo un elemento fundamental para referirnos a la realidad y hacer visible lo que de otra manera queda al margen. También nos ofrece nuevas posibilidades para reconstruir nuestros mensajes, no es lo mismo hablar de vigilar que de cuidar, de controlar que responsabilizar, de sumisión y aceptación que de participación y empoderamiento,
Planteamos la importancia de unas relaciones basadas en el respeto mutuo, en la escucha, en la aceptación de los demás, en el cuidado, en la importancia del cuerpo y del contacto. Podríamos resumirlo en generar una mirada más acogedora e igualitaria.
En la práctica estos cambios nos suponen y nos demandan la necesidad de utilizar unas metodologías que partan de este modelo de persona y de relación y que permitan su aplicación de forma diversa y abierta. Cambios que requieren voluntad y práctica desde la construcción cooperativa y la implicación afectiva.
Sin embargo, el funcionamiento de muchos centros escolares, que siguen con su inercia y no entienden los cambios legales y sociales, constituye en bastantes ocasiones una rémora en lugar de ser un lugar de encuentro, de reconocimiento, de construcción de personas cuidadosas e implicadas en el bienestar común. Esta realidad sigue estando presente, por desgracia, en la vida de gran parte de nuestras criaturas.
Por otra parte, en la actualidad, estamos en un momento complejo, en el que los medios y redes sociales están calando en una parte de nuestro alumnado y de la sociedad, y están generando la recuperación de un discurso menos igualitario que conlleva un rechazo a determinadas palabras o mensajes.
Esta situación nos obliga a replantearnos la eficacia de nuestras actuaciones y de nuestros mensajes. No nos valen eslóganes o mensajes de igualdad que se repiten año tras año sin llegar más allá, se trata de adaptar nuestro lenguaje y nuestro hacer para que provoque conflicto cognitivo, que permita hacer visible lo que subyace en nuestra realidad y no quedarnos en un debate estéril sobre determinadas palabras. La celebración de ciertas efemérides de forma escolásticas no aporta e incluso, a veces, dificultan la eficacia de nuestro mensaje. No sirve de nada una actividad si no recoge un trabajo continuado, abierto, dialogante y participativo de todo el grupo.
En este sentido hemos de encontrar la manera de no quedarnos en el conflicto, e incluso el rechazo, que supone el hablar de la lucha de sexos, de la diversidad de géneros… y ver la manera de incidir en la realidad de las personas, de sus necesidades básicas, afectivas, de relación… y de la importancia del reconocimiento y de la aceptación de los que no son iguales. Hacer consciente al alumnado del beneficio que puede suponer para todas y cada una de las personas una mirada más abierta, receptiva y diversa, que nos ayude a gestionar nuestras propias emociones y a aceptar nuestro poder y nuestra responsabilidad en el bienestar colectivo.
Y en esta labor la pedagogía Freinet nos sirve, nos ofrece una serie de propuestas que parten de la diversidad del alumnado, de la diferencia de intereses y realidades, del reconocimiento de lo afectivo y de la importancia de cada cual, del protagonismo, del respeto a los demás, de la construcción y la cooperación entre iguales y con el adulto, de la importancia de la palabra, de la gestión en asamblea, de inclusión no de discriminación.
Sabemos que la escuela no cambia la sociedad, pero no cabe duda de que constituye un lugar, un espacio cotidiano de vida para el alumnado y que a lo largo de esa vida vamos apreciando, construyendo, reconociendo nuestro lugar y el de los demás. Y que esa vivencia marca y nos permite avanzar en nuestra propia construcción. Y sabemos que no es igual hacerlo desde el individualismo que desde el reconocimiento de los demás y de la importancia de lo común.
El desafío que nos compete es cómo abordar el momento presente, cómo abordar nuevas realidades, nuevas identidades, dando cabida a la diversidad y la interculturalidad de nuestra clase y de nuestro entorno.
Necesitamos ampliar nuestra mirada, y las gafas del feminismo nos pueden aportar un enfoque más amplio y diverso aclarando nuestro horizonte.
Pero, no podemos olvidar, que el propio campo del feminismo está también en evolución, debate, conflicto y no siempre nos ofrece un modelo acorde con nuestras ideas pedagógicas. Sirva de referente el debate sobre el punitivismo y el castigo como respuesta ante determinados delitos o actuaciones.