KIKIRIKÍ…Nº 58. Septiembre-noviembre 2000. Dossier: Tecnologías de la información y la comunicación en la escuela.

SUMARIO   Kikiriki-58

* Editorial
La inmigración y los procesos de inclusión

* Debate
– ¿Educación para la democracia? Análisis filosófico del Curricuum Nacional.    – Wilfred  Carr
– Reflexiones en torno al problema de la transición, escuela y sociedad.    – Stephen  Kemmis
– Maestros, investigadores y reforma escolar  situada: El tráfico del poder.    – Janet L. Miller

* Entrevista con... Gordon Wells
– Comunidades de investigación: Una trayectoria profesional.    – Lino Barrio  Valencia

* Dossier
– Tecnologías de la información y la comunicación en la escuela.    – Javier Barquín
– Trece mitos sobre las nuevas tecnologías de  la información y de la comunicación.    –   Roberto  Aparici
– Escuela, nuevas tecnologías y tercer entorno.    – Javier Echeverria
– A vueltas con el medio televisivo en los contextos escolares..    – César Bernal Bravo
– El placer de leer… la televisión .    – María Angela Trucco
– Leer entre líneas (I): Aprender a ver la televisión.    – Isabel Pueyo Lobera
– Leer entre líneas (Il): Problematizar las prácticas docentes.    – María Nieves Ledesma Marín
– Para qué utilizamos los ordenadores… en nuestro  colegio.    – Miguel López Castro y Esteban Cabello  Recio
– Algunas lecturas y webs para saber más.    – Javier Barquín Ruiz

* tantea
– Conviviendo juntos con Pepo y Tuca. Una experiencia en Educación Infantil.    – Manuela Pecellín,  Alicia Bish, María del Pilar Corvillo, María Teresa de la Granda Álvarez, Milagrosa Borrego, Isabel  Parejo, Custodia Pinillos, Daniel M. López y Pilar Cajigas
– La máquina del tiempo.    – Helena Forrellad, Albert Rigol y Carlos Gallego
– A convivir se aprende, ¿te animas?.    – José R. Cortes Criado

* Comentamos
– Biblioteca del docente….
– Materiales para aprender con el cine.    – Mercedes Cobo Álvarez

 

EDITORIAL  La inmigración y los procesos de inclusión

La aprobación de la Constitución Española se produce en 1978, no siendo publicada hasta 1985 la conocida popularmente Ley de Extranjería. Pero no sería hasta 1996 cuando se contempló al inmigrante  como una persona con intención de arraigo y no como mero transeúnte. Se trataba de adecuar la  legislación al marco europeo: Tratado de la Unión Europea, y a los restrictivos acuerdos de Schengen.

El pasado 31 de julio se acabó el plazo de regularización que, acogido a la Ley de Extranjería en vigor  desde el 11 de enero de 2000, ha permitido presentar la solicitud 2 más de 225.000 inmigrantes en su  mayoría procedentes de Marruecos y de Ecuador.

En este momento se está produciendo un amplio debate en la sociedad española sobre la conveniencia o  no de este cambio. La Iglesia, ONGs, sindicatos, movimientos vecinales y partidos políticos, a excepción  del PP, no ven conveniente la modificación de la Ley. El aspecto más criticado hacia el gobierno, es que  está presentando la inmigración como un riesgo para la convivencia, como un problema en sí mismo,  cuando la inmigración debería entenderse como una solución a problemas concretos -demográficos y  económicos— de un país desarrollado como España. El debate de la inmigración debe enfocarse desde un  discurso solidario y aperturista. El problema más grave de la inmigración son los ya incontables  muertos por naufragios de pateras y la apari ón de mafias traficantes del hambre y de la miseria. Pero no  vamos a entrar a analizar los efectos perniciosos que puede acarrear la modificación de la Ley de  Extranjería.

Vivimos en una contradicción evidente, necesitamos del aporte de mano de obra procedente de la  inmigración y ponemos barrera a su entrada. En el plazo de apenas quince años, se calcula que  aproximadamente el 12% de la población activa tiene que ser inmigrante ante el envejecimiento de la  población española, cifras que ya se han alcanzado en otros países. Sabemos que la inmigración es un  proceso irreversible que seguirá en los próximos años. Este hecho demanda la necesidad de disponer de  una política migratoria clara y consensuada, por ello deberíamos preguntarnos: ¿Qué mecanismos  debemos poner en marcha para que este proceso no sea problemático?, ¿la escuela como institución que  debe aportar?, ¿Qué mecanismos debemos poner en marcha para permitir, por un lado, la inclusión  social y laboral de los inmigrantes y para evitar los brotes de racismo y xenofobia que cada vez son más  frecuentes?

Se hace imprescindible potenciar y desarrollar la educación intercultural, no sólo en aquellas escuelas  donde haya inmigrantes, sino extenderlas a todas. Tendremos que evitar que la educación intercultural  se quede en un mero currículum turístico de tipo exótico, que se limite a introducir en el curriculum — siempre selección de la cultura— conocimientos puntuales y curiosos sobre las culturas minoritarias.  Tendremos que partir de un relativismo cultural. No hay culturas superiores. La diversidad no puede ser  la puerta abierta por la que se cuele la desigualdad. Es muy fácil caer en la trampa y que la diferencia se  transforme en desigualdad de trato.

Al igual que en la integración de discapacitados, los inmigrantes no pueden concentrarse en  determinados centros —’de segunda división”—. Éstos deberían tener en la escuela profesores de su  lengua de origen para evitar el asimilacionismo. No es suficiente el crear grupos de recuperación con los  inmigrantes que no saben español. Es, por tanto, necesario y urgente establecer programas de formación  del profesorado en ese ámbito, si no es así, cualquier innovación fracasará.

Permitir que la educación intercultural se reduzca a un tratamiento transversal puede facilitar que  suceda lo que está pasando con muchos otros contenidos educativos, que se diluyan y desaparezcan. El  reto está ahí, experiencias buenas y malas existen en otros países de nuestro contexto que han pasado  por situaciones similares a las que nos vamos a enfrentar. De las administraciones educativas depende el  enfrentarse con tiempo y éxito a una realidad que se nos antoja inexorable. Muchos de los  planteamientos educativos de atención a la diversidad, hasta hoy restringidos al ámbito de la  discapacidad, amplían su campo de actuación hacia otras problemáticas difíciles pero apasionantes.

Evitar la improvisación en la dotación de recursos humanos y materiales, proveer de las dotaciones  presupuestarias necesarias, exige la puesta en marcha de proyectos de investigación y de innovación que  permitan detectar las peculiaridades que estos procesos de educación intercultural demandan. Se debe  evitar caer en el error, como ha ocurrido en la integración de personas con discapacidad, de mantener  una legislación coherente con planteamientos integradores y una práctica absolutamente disociada de ella.