SUMARIO COOPERACIÓN EDUCATIVA KIKIRIKI, 74 – (Junio- Septiembre 2004)
EDITORIAL:
Una segunda oportunidad
*DEBATE:
Hacia una ciudad educadora
De la ciudad educativa a la ciudad educadora. – Analía Brarda y Guillermo A. Ríos
La ciudad de los niños Francesco Tonucci
*DOSSIER:
Educar en la no violencia en una sociedad violenta.
Educar en la no violencias. – Pilar Lacasa
No – Violencia y educación moral a través de la TV. – Pilar Lacasa, Amalia Reina, Rut Martínez y Raquel Vélez
Educar en una escuela intercultural.
Aceptar las diferencias como un camino para evitar la violencia. – Soraya Sánchez Valverde
Prevenir la violencia de género desde las aulas. – Rut Martínez Borda y Virginia Risueño Jurado
La colaboración creativa ante la exclusión de una niña «diferente». – Reyes Hernández Castilla, Laura Méndez y Pilar Lacasa
La presencia del contexto en las definiciones de violencia escolar. – Héctor del Castillo y Ana Belén García Varela
Qué es y cómo prevenir la violencia entre ¡guales. – Mª José Criado del Pozo y Joaquín González-Pérez
Diálogo institucional: una acción de apoyo a la no-violencia. – Ana Belén García Varela y Héctor del Castillo
¿Qué puede hacer la Orientación Educativa para prevenir la violencia?. – Gema Martín Seoane y María José Mudarra
Educación intercultural: una forma de evitar la violencia. – Pilar Pardo de León
Algunas lecturas para profundizar en el tema. – Pilar Lacasa
* TANTEA
El mundo es de color: Descubrimos el mundo a través de los sentidos. – Silvia Delgado, Charo López y Sandra García
Un día de miedo. – Mª Ángeles Jiménez Pérez
Una carta para tí. – Cecilia Cristina Milito
El carnet de Tablista. – M Carmen Andrades Mateos y Ana Botía García
* COMENTAMOS
e FE DE ERRATAS
EDITORIAL UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD
Contra pronóstico, los resultados electorales de la primavera pasada han colocado a la izquierda política, social y pedagógica ante un reto, ante una segunda oportunidad. Sí. La oportunidad de idear nuevamente y de concretar una política educativa de consenso, pero orientada hacia el fortalecimiento de la escuela pública, hacia la estabilización de una escuela obligatoria de carácter comprensivo, de una escuela laica y, por qué no intentarlo, compensadora de desigualdades sociales.
¿Es, pues, el momento de intentar una reedición de la LOGSE?. No. Por el contrario, conviene aprender de la experiencia. Y para ello lo primero es percatarnos de que la estructura y funcionamiento estatal es hoy cualitativamente diferente al de hace 20 años y, por tanto, cualquier reforma educativa ha de contar, necesariamente, con las Comunidades Autónomas. Lo segundo, mirar sobre nuestros propios pasos, valorar LOGSE y LOCE y, en base a ello, buscar un camino nuevo. Y lo tercero, el ambiente en el entorno docente: hoy, a diferencia de los primeros años ochenta, carecemos de unos movimientos de renovación pedagógica que puedan dinamizar experiencias innovadoras de calado y, además, apenas existen grupos activistas; por otra parte, han venido a menos propuestas pedagógicas de gran consistencia. Veamos cada uno de estos puntos.
Son bastantes las voces que, recientemente, se alzan aconsejándonos la conveniencia de un gran pacto educativo que colocara el funcionamiento de la enseñanza a cubierto de los vaivenes políticos generados por resultados electorales y cambios de gobierno central o autonómicos. Pero un pacto que estabilizara algo en permanente cambio como es la enseñanza viene a ser de todo punto imposible 0, cuando menos, efímero. Tengamos presente —basta mirar la historia escolar española del siglo XX- que, en nuestra sociedad, la escuela camina empujada por dos concepciones contrapuestas: una conservadora (libertad de creación y de elección de centros, enseñanza de la religión católica, escuela selectiva, red de centros públicos concebidos como asistenciales,…) y otra progresista (escuela igualitaria, laica, compensadora,…) que ve la enseñanza como un derecho de todos al tiempo que un medio de mejorar la sociedad. La pugna entre ambas corrientes va determinando en cada momento la elaboración de leyes y la aplicación de las reformas. Y no puede frenarse el devenir. La sociedad está en permanente cambio y la escuela marcha tratando de adecuarse a los cambios sociales, siendo las políticas que se aplican deudoras del predominio coyuntural de una u otra de las dos concepciones antes mencionadas.
Pero si un pacto escolar sería algo contra natura, sí que es conveniente que se trueque la vía de la imposición forzosa desde el gobierno por un talante negociador y constructivo. En ese sentido, deseamos que el gobierno, investido de dicho talante, aproveche la oportunidad de afrontar, contando con la aportación de todos los sectores sociales, la construcción de un nuevo marco legal que mejore el de años anteriores. Sin prisas ni precipitaciones, pero con el convencimiento de proteger a la escuela de veleidades regresivas.
Sin prisas y con valentía. Los años de experimentación de la LOGSE, de su aplicación, así como la cuasi no aplicada LOCE han mostrado que hay puntos asumidos por la inmensa mayoría de la comunidad educativa: obligatoriedad hasta los 16 años, un currículo básico común en un porcentaje importante, unos tramos de edad, etc. Pero también hay otros muchos que son fuente de discrepancia y que emanan, directamente, de las grandes concepciones pedagógicas y políticas: la filosofía de la diversidad, la comprensividad, las prioridades en la evaluación,… Pues bien, desde aquí quisiéramos animar al gobierno central a que al abordar las reformas necesarias no dudara en tomar como norte de sus opciones el ideal de equidad, y, asimismo, fueran los ideales democráticos los que presidieran su toma de decisiones en la configuración de la dinámica de los centros.
Si echamos una ojeada a los países de nuestro entorno -al norte y al sur comprenderemos que la educación escolar es un bien general, un lujo del que gozan las sociedades más avanzadas. La educación de toda la generación joven en condiciones de igualdad, en centros cuyo funcionamiento sea participativo y democrático, con unas condiciones materiales dignas de nuestro tiempo y una filosofía educativa que impregne los valores de solidaridad, respeto mutuo y desarrollo personal es la mejor garantía de progreso y convivencia para nuestra sociedad. En ello estamos de acuerdo la inmensa mayoría de la población. Falta que nos pongamos en el tajo a diseñarla y desarrollarla.
En ese diseño y desarrollo el profesorado tiene mucho que decir. Los años ochenta y noventa nos han aportado experiencia, pero quizá se hayan llevado la ilusión de gran parte del profesorado antes ilusionado. No importa. Es el momento de recuperar el prestigio de lo pedagógico, de abrir un diálogo con todos los sectores de la comunidad educativa, de animar ideales educativos y modelos de funcionamiento entusiastas y positivos, de prestigiar la labor docente.
Si. Ciertamente nos hallamos ante una segunda oportunidad.
Afrontémosla con entereza e ilusión.