En el centenario de su natalicia, Célestin Freinet recibe un homenaje y es recordado por el Movimiento Mexicano para la Escuela Moderna (MMEM) con estas páginas que el lector tiene en sus manos. Pienso que le contenido de este volumen puede resultar útil, estimulante y hasta desafiante para cualquier estudios sensible de la educación. ¡Eso ya es bastante!
Considero conveniente referir con brevedad ciertos aspectos para permitir a quienes no tengan notica de Freinet puedan acercarse un poco a él. Freinet, careció de buena salud y fue un hombre que amó la vida y la supo desfrutar intensamente. Aprovechó su energía y la de los niños para darle viada a la escuela muerta que él mismo padeció como alumno y que también le tocó practicar en su arranque magisterial.
Freinet, con una deficiente preparación magisterial propia de la época, fue autodidacta: leyó y escribió vorazmente. Reflexionó y comparó la letra de los autores con la realidad que lo rodeaba. Supo que no siempre se correspondían.
Hombre abierto al tiempo y al pensamiento, combatió el dogmatismo. La búsqueda y el tanteo lo acompañaron intensamente y en todo momento. sin duda él se horrorizaría si se hubiera percatado de que algún maestro o cierta escuela practicaran las técnicas Freinet por rutina o de manera dogmática.
Con gran sabiduría, demostró que con sencillez se puede profundizar e ir al fondo del tema educativo y de cualquier cuestión. sus técnicas de trabajo son sencilla al igual que lo que escribió, pero tanto su forma de trabajo como su pensamiento son ricos y profundos.
Freinet fue un hombre empapado de sentido común. al llegar a su escuela llevó consigo, y encontró también ahí, ese sentido común que le permitió encontrar la verdadera dimensión de lo que es ser maestro, de lo que es el niño, de lo que se puede lograr en la escuela con cariño y dedicación.
Colocó al niño en el centro de la escuela. Los intereses de los niños, sus gustos, necesidades, temores e inquietudes, se convirtieron en el motor que impulsa las actividades escolares. Los conocimientos, en la escuela de Celestín, solamente tuvieron razón de ser en función de lo anterior.
Freinet, con convicción y valor, dijo adiós a los manuales escolares; también despidió de su escuela a los programas escolares rígidos y marchitos (muy usados todavía en la actualidad) con los cuales se pretenden graduar sistemáticamente y con rigor los pasos de todos los escolares; igualmente puso en su sitio a los inspectores junto con su celo porque todo vaya en orden… Por supuesto, también dio el adiós y él mismo sustituyó al maestro domesticador que, poco sabedor de cosas de niños, es el encargado de enseñar los textos de manera obsesiva, de cumplir los programas de «pe» a «pa» y de guiar su actuación y la de los niños conforme las indicaciones del señor inspector.
Con lo anterior quitó a su escuela todo el almidón que la hacía rígida y acartonada e impedía el trabajo espontáneo y creativo. Por supuesto, también quitó la tarima del salón de clases y la típica solemnidad del maestro vestido según la añeja usanza. en cambio, se remangó la camisa para trabajar de tú a tú con los críos. lo hizo con alegría y seriedad.
En una palabra, Freinet tomó partido por la libertad escolar. Demostró que con la presencia de un maestro realmente libre, puede haber una total libertad entre los escolares dentro y fuera de la escuela.
Elise Freinet -esposa de Celestin- contestó, a pregunta expresa, que si podría resumir en unas cuantas palabras lo esencial del pensamiento y la obra de su compañero de trabajo: ¡cómo dar la palabra al niño!, fue lo que ella dijo.
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Fernando Jiménez Mier y Terán. México, octubre de 1996