CONVERSANDO CON ENRIQUE PÉREZ SIMÓN. Sebastián Gertrúdix Romero de Ávila
Ya sé que os va a sonar a tópico, pero es que, en su caso, le viene como anillo al dedo: Si Enrique no existiera, habría que inventarlo.
Ha sido y es una de esas personas que han dado contenido al Movimiento Cooperativo de Escuela Popular (MCEP) desde que iniciara su andadura allá por el año 1969, en el I Stage Freinet, celebrado en Santander (su ciudad) y en el cual participó de forma bastante activa.
Nos conocimos hace bastantes años, en unas jornadas celebradas en Cantavieja (Teruel). Entonces ya me llamó la atención su personalidad y su desbordante energía.
Posteriormente fui leyendo algunas de sus discusiones dialécticas, en las páginas de la revista “Colaboración”. Recuerdo concretamente la que mantuvo con Josep Alcobé, acerca de la pureza de las técnicas y de la conveniencia o no de marcar unos cánones de aplicación de las mismas, algo a lo que Enrique se oponía por entender que se podía caer en una especie de censura o “papismo” innecesario.
A raíz de mi incorporación definitiva al movimiento y mi asistencia a los congresos, he sido testigo de su protagonismo en las diferentes asambleas y talleres en los que ha participado.
No es una persona fácil. Se ha curtido en mil batallas con directores de escuela, autoridades de todo tipo, administración educativa… Pero siempre en defensa de una escuela que ofreciese mejoras pedagógicas y materiales a los alumnos y alumnas. También, por supuesto, ha reivindicado activamente una mayor calidad de las condiciones profesionales y salariales de los enseñantes y de la sociedad en general.
Esta actitud de lucha, como él mismo explica en el libro, la ha mantenido fuera del MCEP, pero también dentro. Ha defendido sus ideas allá donde ha hecho falta, enfrentándose a veces a algunos de sus propios compañeros y compañeras del movimiento.
Cándido Medina me dijo, en el primer congreso al que asistí, en Colmenarejo, que cualquiera de los participantes en el mismo, hombres y mujeres, eran personas que destacaban en sus lugares de trabajo por su lucha activa a favor de una escuela más democrática, más popular, al tiempo que estaban también comprometidas para cambiar la sociedad, haciéndola más justa y más solidaria. Esto es algo que he podido comprobar a lo largo de estos años. Pero también es cierto que, dentro de un colectivo como el nuestro, claramente asambleario y de democracia directa, hay personas que han marcado más el rumbo que otras, por sus razonamientos, por sus dotes de convicción y por su trabajo.
Enrique es una de esas personas y por eso pienso que este libro, en el cual nos habla de su propia vida, de cómo y por qué se hizo maestro, de su trayectoria profesional, de sus luchas, de sus fracasos y de sus éxitos, representa fielmente, el espíritu del propio MCEP.
Me he visto reflejado en muchas de sus experiencias, alguna de ellas casi iguales a las que yo mismo he vivido y estoy seguro de que muchos de los compañeros y compañeras de dentro y fuera del MCEP, si han entendido la profesión como una manera de mejorar la educación y las condiciones sociales de nuestro país, también se verán reflejados en estas conversaciones.
Quiero acabar esta presentación diciendo que somos un colectivo incómodo para los poderes, crítico con las situaciones de injusticia, defensores de una escuela popular, pero también hemos sido, algunas veces, intolerantes con otros movimientos arrogándonos una pureza que seguramente no era real. Enrique también reconoce este aspecto en algunas de sus respuestas. Pero somos totalmente necesarios en una sociedad injusta como la nuestra. El propio Federico Mayor Zaragoza, en la Reunión Internacional de Educadores Freinet de León (RIDEF), celebrada en 2010, nos animó a seguir con nuestra lucha al decir que el poder necesita grupos que sean críticos con su gestión, para evitar los abusos y las malas inercias.
Sigamos, pues, con nuestros aciertos y con nuestros errores, pero siempre con la ilusión, como el propio Enrique expresa, de que es posible vivir en la Arcadia, aunque sólo sea a ratos.
Sebastián Gertrúdix
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