MARTÍN ES MADERA QUE HUELE A ÁRBOL

Martín García Hernán (MCEP de Madrid)

Martín cuida, Martín acompaña, Martín invita a quererle.
Martín es la sencillez, la solidez, la sabiduría de nuestros ancestros, la calidez y compañía de una mesa camilla entre amigos y amigas.

Martín es la ternura que protege. Martín es la cerveza del aperitivo o de media tarde. Martín tiene un corazón, una terraza y un pueblo que nos acoge. Martín es el compromiso con la vida, con la escuela, con el barrio, con todo lo que le rodea…

Pasear con Martín por la vida es un lujo que tenemos.
Martin es el “cuenta conmigo” y el cocido.
Martin es el maestro que se entrega de sol a sol, como hacían los campesinos y ganaderos en los campos donde él se crió.
Martin es cotidiano, es el amigo que llena el día a día de naturalidad, de cariño, de lucha por una escuela mejor. El corazón de Martín se reparte por todas las personas y momentos, para hacer un mundo más justo y solidario.

Martín es madera que huele a árbol.
Martín es madera que cubre necesidades cuando con sus manos va dándole distintas formas: mesa para charlas, escalera para subir a los universos, silla para reposar, mecedora para traer buenos sueños y descansos, ventanas para abrir mundos.
Las manos de Martín son capaces de hacer, casi, cualquier cosa. Martin coge un palo y hace una cachava para que la cadera de Jose no se cargue, o para que un niño que la encuentra pueda sostenerse de pie en el mundo.

Martín tiene una chimenea que irradia calor de hogar y humanidad.
Martín es un sabroso cocido hecho al calor y ritmo de la brasa.
Cocido con su sabor: a verdad, a paciencia, a estar contigo sin límite de tiempo, todo el tiempo, a los productos de la tierra, a los cuentos , a las charlas al amor de la lumbre.
Martín es cocido que calma hambres y llena vacíos.

Martín tiene en su pueblo ruedas de carro que hacía su padre. Martín pasea a muchas personas en esos carros, para compartir todos sus horizontes amplios, múltiples y diversos.
Ir al pueblo de Martín es como volver a casa, volver a ese lugar donde sabes que te quieren como eres, donde encuentras risa, charla, honestidad, naturaleza viva, manos que juntas construyen mundos y hacen magia a su alrededor.

Martín para mí es un camino: un camino de peonias, de galápagos, de espárragos, de recetas de vida, de condimentos básicos, de sueños cumplidos, de horizontes amplios.
Martín  “no se anda nunca con pamplinas”… Pero siempre que crecen en los humedales de su pueblo, nos trae una bolsa de ellas: “ya sabes, con trocitos de naranja. ajo picadito y un chorrito de aceite…”

Martín sabe juntar las hojas y retazos sueltos. Los hila y los une, para regalarte un lindo libro de tu vida, como hace en la escuela con los niños y niñas.
Martín ofrece lo que tiene a todas las personas que pasamos, que paseamos, por su lado. Martín regala sin que pidas, ofrece sin condiciones, sostiene sin tambalear.

Gracias Martín por tanto camino juntos, por tantas charlas nutritivas, por tantos silencios emocionados y escuchadores, por estar siempre, siempre.
El camino de Jose y mío tiene cada poco tiempo una parada necesaria, imprescindible: Martín y su cercanía a nuestros corazones.

Martín es, siempre es, Martín

Te quiero Martín.

El Mcep tiene mucho de tu hacer, de tus libros, de tus colores, de tus aportaciones, de tus cuestionamientos, de tu amor.

Gracias Martín por tantos ratos, con reflexiones, con lentejas, con cervezas, con jamón, con propuestas, con dudas, con posibilidades, con conversaciones, con amistades, con árboles, con plantas, con galápagos.

Gracias por compartir tu mirar a los ojos de los niños y niñas de 0 a 120 años.

Contigo es más fácil encontrar escuelas llenas de vida.

Graciasssssss

Tu cachava me acompaña y me hace más humano el caminar por este trozo de vida.

Un beso.

Lupe
23 de junio de 2020

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