MCEP-IMAGEN POÉTICA-47

 

Creo que tenés razón,
la culpa es de uno cuando no enamora
y no de los pretextos
ni del tiempo.
Hace mucho, muchísimo,
que yo no me enfrentaba
como anoche al espejo
y fue implacable como vos
mas no fue tierno.
Mario Benedetti

“la democratización de la desvergüenza se ha adueñado del país; la falta de respeto a la cosa pública y la impunidad se han profundizado y generalizado tanto que la nación ha empezado a ponerse de pie, a protestar. Paolo Freire “Pedagogía del oprimido”

El peor momento (casi)
Evaluación 3
Buenos días, buenas tardes, buenas noches.
Cuando teníamos 7 años, mi padre y mi madre nos empezaron a llevar todos los meses de agosto a un pueblo de Pontevedra que se llama Bueu. Cada año que pasaba era más emocionante estar allí: coger almejas en las playas, correr por las rocas, nadar hasta las bateas (y vuelta), descubrir otros tonos de hablar (me encanta), aprender muñeiras, tocar instrumentos nuevos (vieiras), hacer masas con harina en el horno de la panadería con nuestro panadero favorito, descubrir cuánto subían y bajaban las mareas, probar el agua salada, remar con las gamelas hasta la cala de al lado, irnos con los marineros hasta la Isla de Ons, jugar al escondite por el pueblo, curar rasguños sin importancia, conseguir autonomía para lo que soñábamos, vigilar a tus hermanas pequeñas en ausencia de tus padres, bailar “hasta las tantas” en las verbenas de Cela o San Amedio, entrar a casa de Rosario a cualquier hora, descubrir que las puertas estaban siempre abiertas, dormir 6 o 7 en el salón, o en una habitación…
Así pasaron los años y fuimos creciendo, ahorrando cada año para podernos escapar los 11 un mes a Bueu.
Bueu es nuestro refugio, el lugar al que siempre volvemos, cada quien a su manera. Algunas nos pasamos allí todo el verano, otros siguen yendo de vez en cuando, alguna se quedó a vivir cerca, otras tienen nietas gallegas. Ya hay cuatro generaciones que han visitado ese lugar.
Os podría contar muchas más historias de Bueu, ese pueblo en el que forjé tantos sueños, en el que me hice y me deshice tantas veces, en el que viven algunas de las personas que más quiero, en el que corrí por las playas, hice queimadas, y vis puestas de sol, tormentas de mar, maruxias avasalladoras… con amigos que ya no están. La vida y la muerte me acompañaron siempre en Bueu, como nos acompaña en cualquiera de los espacios que habitamos.
Cuando tenía más  menos 10 años, se me hacía infinito el tiempo de espera hasta que llegara el mes de agosto y poder vivir en libertad, y en el mar que es otro de mis lugares. Para hacer más dulce la espera, empecé a contar lo que me faltaba para ir, por los lavados de cabeza que me faltaban. En esa infancia nuestra, no podías lavarte el pelo todos los días, por muchas razones que la mayoría conoceréis, sobre todo las niñas con trenzas largas. Nos dejaban un día a la semana. Y, como una aprende a facilitarse la existencia, (o a engañase como puede) pues yo empecé a contar el tiempo que faltaba, en 7 lavados de cabeza, 10 lavados de cabeza. Me parecía mucho más llevadera la espera. En mi casa se reían, pero para alguna de las hermanas ya era un guiño: ¡Qué poco queda, Lupe, 4 lavados de cabeza!
 Y llegados a este punto, quizás alguno de ustedes se esté preguntando por qué esta entrada se llama “Evaluación 3”.
Cuando me trasladé a trabajar a Getafe, pasé de Infantil a Primaria. Y las reuniones de Evaluación las empecé a vivir de otra manera, no sé si es porque hasta entonces era casi la única maestra de mi grupo, o por otras razones. El caso es que empezaron a llegar a mi estómago las reuniones de Evaluación.
Ya me llamaba la atención que una reunión para hablar de las maravillas o las necesidades de 29 (o 22) niños y niñas durase como mucho 30 minutos.
Cuestiones temporales a parte, fui descubriendo que el planteamiento era hablar de “los fracasos” “las carencias”, “los fallos”.
Además empecé a descubrir, oyendo, que la culpa (o la responsabilidad, pero esta palabra se usaba menos) siempre estaba fuera: en la familia que no viene a las reuniones que pongo cuando quiero, en el niño o la niña que no hace “los deberes”, está maleducado, en los padres no ejercen… No sé, una ristra de lugares comunes que conoceréis igual de bien que yo.
Yo me preguntaba qué hacer para cambiar el foco, para que las reuniones de Evaluación tuvieran sentido y no fueran meros trámites, para ver como maestras y maestros qué podíamos aportar, qué funcionaba o qué no… En fin…
Lo que conseguimos o no, fue muy variado. Pero cada vez que oía hablar con etiquetas o juicios descalificadores me crujían las tripas y se me partía el alma.
Cogí fama de incordiona, por un lado, y de que yo era “muy blanda” con las criaturas, por otro.
En ese cole, fue siendo posible otra visión, sobre todo con algunas compañeras, y algún compañero.
Cuando me trasladaron, aquellas reuniones me parecieron el Paraíso. Fue mucho peor.
Todo esto, es para contaros que la evaluación que más conozco que se aplica en las aulas es la calificación tras el examen escrito, y, en general, con aprendizajes fríos, descontextualizados y que se olvidan muy pronto.
Cuando me tocó una tutoría de 3º, éramos 3 grupos, querían que hiciera exámenes escritos de cada tema. Les propuse hacerlos (escritos, orales, o de las mil maneras posibles) cada 2 o 3 temas (Grrrr, tampoco me gustaba). La respuesta fue:”Entonces se les olvida el anterior”. La mía fue un dolor de corazón y una pregunta: ¿Para qué sirve entonces? ¿Eso es aprender?
Bueno, esta historia podría ser muy larga.
Sólo os diré que elegí jubilarme para dejar hueco a otras personas y para probar distintos quehaceres en la vida, o, al menos, mirar desde otras perspectivas lo que me gusta.
Pero conté el tiempo que me faltaba para jubilarme tachando las  reuniones de Evaluación.
Fue uno de los momentos en los que peor lo pasé siendo maestra.
Buenas tardes, buenos días, buenas noches.

La culpa es de uno (Mario Benedetti)-Te declaro la guerra (Carlos Carreira & Gerardo Pablo)

Desde Huelva, pas(e)ando por Uruguay, Bueu, Madrid y volviendo a ti.
Gracias por tu bella imagen, M. Jesús Feria.
Gracias Mario Benedetti, por tus poemas y Paolo Freire
Gracias a todas las criaturas que te enseñan a mirar las escuelas dándoles sentido.